Vivimos en un país en el que por suerte tenemos costumbres maravillosas, entre las que hay dos dignas de mención; la siesta y la hora del Vermú.

Y es que desde bien chiquititos nuestros padres nos han llevado antes de comer a tomar el Vermú, ya fuese el sábado al salir de trabajar, o los domingos después de misa, aunque no fuésemos. Y claro, nos llevaban, porque el Vermú solo lo tomaban ellos, con suerte a nosotros nos ponían un mosto con una aceituna pinchada en el palillo y unas gotas de granadina… ¡A mi me pones un mosto rojo!

En la vida hay una franja de edad en la que nos olvidamos de tan maravillosa costumbre, pero llega un momento en la que sentimos el despertar de nuestro reloj biológico y volvemos al camino de la maravillosa hora del Vermú, que a veces hace que nos saltemos la siesta y solapemos con la merienda-cena.

Y es que no hay nada mejor que compartir con buenos amigos un buen Vermú y un pinchoteo, y ya si es Vermú & Mejillones no podemos pedirle más a la vida… ¡Bueno si! Tener muchas más oportunidades de disfrutar de un buen Petroni y unos mejillones en el Modo, rodeados de gente tan maravillosa.